Capítulo 5

LA RUEDA DE LA VIDA

Habían pasado ya dos semanas desde la excursión cuando volví a subir a “nuestra roca”. Mohamed parecía estar aguardándome, aunque con él nunca se sabe. - Cuando eres un ser etéreo el tiempo no te afecta de la misma manera que a las personas – me dijo una vez, así que, ciertamente no sé como transcurre el tiempo para Mohamed, pero creo que es mucho más rápido que para nosotros, los mortales. Lo que si sé es que, para mí, dos semanas es tiempo suficiente para empezar a olvidar, mejor dicho, empezar a “superar” aquella experiencia, porque olvidar, no creo que la olvide nunca. Y no es porque pasara algo trascendente; no. Me refiero a que con los años se olvidan los detalles de las experiencias, pero no las experiencias mismas. Con todo, ya tenía olvidadas casi las pistas, y el tesoro había vuelto a ocupar el centro de mi pensamiento, aunque reconozco que con resignación, pues no tenía ni idea de lo que podía hacer para llegar a verlo que no fuera sometiéndome a la buena voluntad de Mohamed ¿Cuánta gente no habrá merodeado por los barrancos de la Alpujarra en quinientos años y nunca nadie encontró nada? Entonces, ¿cómo iba yo a encontrarlo en mi primera salida? De hecho ¿lo podría encontrar aún saliendo a buscarlo cuarenta veces seguidas?


* * *


- ¿Cómo te fue en el Barranco del Tesoro?

- No entiendo por qué preguntas; lo sabes muy bien. ¿Me averiaste el coche a propósito?

- Bueno, formaba parte del juego. Era una de las lecciones, la que decía: “Ver los defectos de los demás es reforzar los defectos propios”, y como habías criticado a los muchachos de las bicicletas…

- ¡Lo  sabía!

- Claro que lo sabías; no eres tan tonto como te lo haces. Pero lo que no hice fue poner aquel árbol en mitad de tu camino. Fuiste tú quien te dirigiste derechito hacia él.

- No me lo recuerdes, todavía me duele el golpe. Acepto que la vida es un misterio, y a veces las cosas salen bien y otras no tanto. ¿A eso te referías con la frase “Si un hombre quiere estar seguro del camino que pisa debe cerrar los ojos…”?

- ¡Vaya! Entonces, ¿puedo entender que has reflexionado sobre las pistas que te dejé?    

- No, realmente no he reflexionado más de lo que lo hice el rato que duró el juego; he estado perezoso y para serte sincero, también he esperado a que nos viéramos de nuevo para que tú, si acaso, me explicaras su significado.

- Bueno, sólo si quieres; no te veo muy animado a escucharme. No te quiero mortificar con mis discursos.

- No, si no me mortifi…cas ¡...! – En ese preciso momento, al mencionar la palabra “mortificas”,  me acordé de los antecedentes de Mohamed, en concreto de lo que hizo aquella oscura noche en octubre de 1569, y sentí haber metido la pata. Me puse totalmente colorado de vergüenza.

- No te preocupes por lo que te ronda la cabeza –dijo Mohamed- No te voy a clavar un cuchillo para rematarte; ni siquiera un cuchillo de palabras, y mira que las palabras a veces hieren más que los cuchillos.

- Perdóname Mohamed.

- No, no importa. Hablemos del juego.

- Muy bien.  Entonces, ¿qué me quieres explicar de él? – Poco a poco fui retomando mi color natural.

- Bien, vamos allá. En su conjunto, las continuas referencias al “camino” hablaban de manera simbólica acerca de la Vida como camino. Cada pista trataba de enseñarte algo del proceso de conducirte por la Vida, por la cual todos tenemos que pasar; pero mi interpretación personal sobre cada máxima es eso, mi interpretación y nada más. Las mías no son las únicas interpretaciones válidas.

-    ¿A qué te refieres?

- A lo que tú hiciste aquel día: a que tu conciencia escuchó y entendió los mensajes que necesitabas y/o quisiste escuchar; me refiero a que cada persona interpretará cada máxima conforme a su entender y a su circunstancia personal.

- O lo que es lo mismo: que las pistas que me entregaste aquel día quizás no sirvan a los propósitos de otras personas.

- Exacto. Escogí cada máxima a conciencia para tratar de decirte algo en referencia al momento en concreto en que las encontraste, ¿entiendes?

- Sí, claro. Y yo, por momentos, creí entenderlas.

- Las entendiste muy bien. Lo que pasó es que tenías puesta tu mente en el objetivo, en el tesoro, y así no se puede caminar. Cuando te distraes del camino, te pierdes lo mejor, el camino mismo. La mayoría de las personas andan distraídas por la vida poniendo su atención en cosas externas o en momentos del pasado o del futuro, pero lo bueno de la Vida es la Vida misma a cada instante. Si vas por delante o por detrás, te la pierdes por completo; vives descentrado.

- ¿Era acaso ésa la lección de la tercera pista: “No camines delante de mí, no puedo seguirte. No camines detrás, no puedo ser tu guía….” ?

- Si lo quieres entender así, así será. Ya te he dicho que eso depende de la conciencia de cada individuo. Esa es la belleza de la sabiduría. La sabiduría me recuerda el agua cristalina y mansa, a veces juguetona, que baja de las cumbres de la Alpujarra por las acequias que construyeron mis ancestros. Ese agua adapta su forma a cada curva y a cada desnivel, rellena cada resquicio y cada hoyo que encuentra a su paso, mientras que la sabiduría se adapta a cada circunstancia, a cada momento y a la persona que la busca, ofreciendo respuestas a todas nuestras preguntas. Ese agua permite crecer árboles, zarzas, cañaverales y toda variedad de vegetación en su orilla, mientras que la sabiduría permite crecer el espíritu de todas las personas. Ese agua, cuando llega a su destino y se riega, se filtra y penetra en los sitios más insospechados, mientras que la sabiduría penetra en los más grandes misterios. Cuando el agua de las cumbres de Sierra Nevada baja serena, lava de impurezas el fondo de sus canales y deja un lecho limpio y claro que puedes observar a través de su transparencia. La sabiduría es igual, lava tus dudas, esclarece tu alma y te hace la vida más fácil, porque te muestra de forma evidente por donde tienes que pisar.

- ¡Qué belleza Mohamed! A veces hablas como un auténtico poeta, y entonces no sé qué me gusta más, si lo que dices o cómo lo dices.

- Bueno. La manera de decir las cosas a veces dice más que lo que tratas de decir.

- Eso es verdad. Con frecuencia, las personas no nos expresamos con las palabras adecuadas, pero el contexto y la forma de comunicarnos, me refiero a la expresión de la cara y la gesticulación del cuerpo, eliminan la confusión.

- A propósito, ahora que has mencionado la palabra "confusión" y volviendo a las pistas, te voy a comentar aquella que dice: “Alégrate de tu confusión, porque eso significa que tienes varios caminos para elegir”. Esta fue la que encontraste justo antes de empezar.

- Sí, la recuerdo. En ese momento no sabía si caminar hacia arriba o hacia  abajo. Estaba confundido.

- Precisamente. Esta pista habla sobre la naturaleza de la Vida y sobre su libre albedrío. Con ella quería que aprendieras que somos libres de escoger, y que somos nosotros quienes decidimos el camino que tomamos hacia nuestro destino; aunque nuestro destino ya está predeterminado, sólo podemos cambiar su trayectoria.

-    ¿Qué nuestro destino está predeterminado?

- Sí, exacto. Si bien podemos elegir entre el camino A, B, C, D y E, y con ello variar la historia y el aspecto externo de nuestra vida, el inicio y el final, nacimiento y muerte, es siempre el mismo. La Vida es como un círculo, y a eso me refiero con predeterminado. Éste podría ser también el significado para la novena pista cuando la persona, en cuestión, ha iniciado su periodo de búsqueda: “”No dejaremos de explorar, y el final de nuestra exploración será llegar al punto de partida y conocerlo por primera vez”.

- ¡Me he perdido Mohamed!, explícame mejor eso último. ¿Qué has querido decir?

Mohamed sacó un dibujo de debajo de su ropa y me lo mostró. Tenía más o menos el siguiente aspecto:

La Rueda de la Vida según Mohamed


Lo observé detenidamente, y después de meditarlo un poco, pregunté:

- ¿Qué significa exactamente este dibujo?

- Es una representación ideal de mi manera de entender la Vida, la cual describe su naturaleza cíclica. Los budistas también lo llaman “Rueda de la Ley”, aunque es algo diferente. Los cuatro números simbolizan los momentos significativos en ella, los cuales marcan el tránsito de un estilo de vida a otro. El 1 es el nacimiento a la vida; el 2 es el momento en el que tu ego se apodera de tu persona tomando más peso que tu inocencia; el 3 es cuando, descontento, pones en duda todo tu conocimiento y te replanteas con honestidad el significado de tu vida; y el 4 es el inverso del 2, cuando tu espíritu toma más peso que tu ego. Faltaría el punto 5, que coincide con el 1 y que completa el ciclo con tu muerte. Cada punto está localizado en la intersección del camino de tu vida con el “eje horizontal terrenal”, que separa lo espiritual (el cielo) de lo físico (lo corporal), o con el “eje vertical espiritual”, que separa la conciencia (la luz) de la inconciencia (la oscuridad). Estos dos ejes conforman el soporte o estructura básica de tu vida; cada vez que cruzas uno de ellos entras en un nuevo cuadrante definido por unas características concretas. El primero de ellos, entre los puntos 1 y 2 (LO CORPOREO CONSCIENTE) es un periodo en el que, a pesar de nacer puro, pierdes tu inocencia de manera progresiva bajo el peso del conocimiento, lo que yo llamo “periodo de ocultación”. El cuadrante entre los puntos 2 y 3 (LO CORPOREO INCONSCIENTE), es el periodo más oscuro, en el que tu “ego” se consolida dominando tu vida. El cuadrante entre los puntos 3 y 4 (LO ESPIRITUAL INCONSCIENTE) es el periodo más difícil, el de “La búsqueda” del sentido de tu vida en el que se hace verdad la cita bíblica que dice:

“Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.”
Lucas 13,24

Y el último cuadrante, entre los puntos 4 y 1 (LO ESPIRITUAL CONSCIENTE), es el del espíritu, el de regreso a la inocencia conque naciste, aunque ahora te distingue el conocimiento de que posees esa inocencia. Pero como te dije al principio, este dibujo es sólo una representación ideal de la vida perfecta. Casi ninguna persona completa el círculo, pues tan sólo unas pocas consiguen adentrarse en el cuarto cuadrante; otra parte más reducida de ellas muere en los cuadrantes de la búsqueda y la ocultación; mientras que la gran mayoría de la gente acaba sus días atrapados en el segundo cuadrante, el del ego, sin completar el propósito de su existencia.

- A ver si lo he entendido. ¿Eso significa que esas personas deban reiniciar un nuevo ciclo y así tantas veces como sea necesario hasta completar el círculo?

- Pepe, a lo que tú te refieres es a la reencarnación, hablando claro, pero yo no me refería a eso.

- ¿Entonces a qué? ¿No existe la reencarnación?

- El que discutamos aquí su existencia o no, no sacará a nadie de dudas, ni te hará mejor persona. Que cada cual crea lo que quiera. A lo que yo me refería cuando hablaba de que no podemos desvincularnos del propósito de nuestra vida es, a que tenemos que morir y volver a nuestro origen de todos modos, aunque no completemos el círculo de manera perfecta, bien porque ignoremos su existencia, bien porque no creamos en él y no nos preocupemos por completarlo, o por cualquier otro motivo.

- Pues entonces ¿a dónde quieres llegar? No te entiendo.

- Pues a que sería genial tratar de completar el círculo, lo cual reconozco es muy difícil, pero más primordial aún que completarlo para la mayoría de la gente, sería tratar de caminar en él manteniéndolo en movimiento, y no preocuparse tanto en que si no lo haces te vas a reencarnar de nuevo para sufrir aún más. ¿Eso no te recuerda un poco la vieja idea del castigo si no haces los deberes? ¡Bastante mal lo pasan las personas en la Tierra para pensar encima en un castigo venidero! Olvida eso.

- Tú no me lo recuerdes. Me pongo a temblar.

- Escucha. La mayoría de la gente deja de caminar y se queda dormida en el segundo cuadrante, el del ego, preocupados y discutiendo por elegir el lugar donde vivir, las personas con las que compartir, la profesión que ejercer, si tener o no tener hijos, a donde ir de vacaciones, si del Barça o del Madrid, si acumular cien o doscientos millones más, ¡como si fueran a vivir mil años! Todo eso está bien, muy bien en su momento; pero con el tiempo esas mismas personas puede que se den cuenta que todas esas ocupaciones son intranscendentes, y que no importan tanto como resolver otras cuestiones.

- ¿Qué cuestiones?

- Dame tiempo... Un día, esas personas, cansadas de la vida sin sentido que llevan, se preguntan: ¿Y si hay algo más? ¿Y si no estoy haciendo lo que he venido a hacer? ¿Todo este esfuerzo para luego qué?, ¿para morirme? Entonces, empiezan a buscar tímidamente respuestas a sus interrogantes; eso es cuando llegan al punto 3 y se internan en el cuadrante de “La búsqueda”. Este hecho les acerca más a la complexión de la Rueda de sus Vidas, aunque la mente seguirá empeñándose en mantenerlos atrapadas en un falso movimiento de actividades múltiples, eligiendo y fantaseando acerca de sus asuntos cotidianos. Eso es así porque toda la tumultuosidad de la vida es el mecanismo que utiliza el ego de cada persona para perpetuarse así mismo, lo que mantiene a la gente anclada en el mismo nivel de crecimiento espiritual indefinida-mente.

- Por eso es que dices que discutir la reencarnación no es importante, sino que lo importante es la oportunidad que te ofrece tu vida, la que estás viviendo ahora, para desarrollar todo tu potencial.

- Exacto. Ahora si me has entendido. No importa que tengas o no tengas otra oportunidad, lo que importa es que no te distraigas en esas discusiones vanas, sin duda el lugar favorito de la mente para mantenerte alejado de tu verdadera realización.

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