Capítulo 11

TODO FINAL ES UN NUEVO PRINCIPIO

Creo que el mayor descubrimiento que una persona puede hacer acerca de su vida es que todo lo que ve, piensa, habla y vive es un reflejo de sí mismo. Nuestra actitud hacia la vida nos es devuelta como una imagen en un espejo por la misma vida, en un proceso que yo llamo de co-creación. Compartimos el poder creativo de Dios. Ignorar ese poder y la responsabilidad que supone esa capacidad usándola equivocadamente sólo para el logro de cosas externas, o para destruir nuestra vida o la de los demás, es mucho más que desperdiciar ese don que Dios nos ha dado; es negar nuestra propia divinidad. El propósito de la vida y lo que le da sentido reside oculto precisamente en lo que nunca hemos entendido de ella: la libertad que se nos ha concedido para obrar como bien uno quiera y pueda, con conciencia o sin ella. La diferencia entre ambas formas de operar está en que, cuando actuamos con conciencia, sabemos que somos responsables y libres en ese proceso, y cuando actuamos sin conciencia, no sabemos que somos ni responsables ni libres. Por eso, la mayoría de la gente no entiende la vida, porque no se entienden ellos mismos y tampoco son conocedores de su responsabilidad para con ellos y con los demás. En ese sentido, los grandes Maestros de todos los tiempos siempre nos han aconsejado la importancia del auto-conocimiento con sentencias como “Conócete a ti mismo” o “Se tu propia luz”.
Así que, seas consciente o no de tus actos, mejor si lo eres, porque hagas lo que hagas o dejes de hacer, llevarás sobre tu espalda la responsabilidad de tu modo de vida y sus consecuencias, buenas o malas, las cuales se te revelarán en tu propia persona más tarde o más temprano. La vida siempre te terminará dando la razón acerca del modo en que la vivas; ese es tu tesoro, siempre lo llevarás contigo, dentro de ti; pero no importa que yo te lo revele aquí. Sólo lo descubrirás de verdad el día que cobres conciencia de él, lo practiques y compruebes que es real. La diferencia entre tener y no tener tu tesoro no es únicamente saber que lo tienes, sino que sabiendo que lo tienes, sepas usarlo. Tu tesoro es tu conciencia cuando la usas para mejorar tu vida y la de los demás.
Si estás abierto al sufrimiento, la vida se revelará como sufrimiento; si te abres a la búsqueda y a la comprensión de su sentido, eso será lo que recibas; si te abres a la consecución de objetivos conseguirás muchas cosas; si te abres a la felicidad posiblemente recibas mucha más que cualquier otra persona que no la busque adrede; porque la vida en sí trae su sufrimiento lo busques o no. Si te abres a la conciencia, a la luz, descubrirás que tu vida es pura perfección, pues así se cumple la ley de la Vida o la ley del Dharma[1] que recoge la naturaleza del mundo y nos corrobora allí donde estemos, hagamos lo que hagamos. Esa era la verdad eterna que enseñaba Buda con relación a la naturaleza de la existencia, en concreto con “las Cuatro Nobles Verdades[2]”, consideradas como el antídoto de la ignorancia o la inconciencia que atrapa a los seres humanos en el ciclo de la vida-muerte, y es así que la conciencia es el remedio para el sufrimiento humano; o como decía Jesús con sus parábolas:

« ¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero?
Marcos 4,21.

Así también me lo quiso enseñar Mohamed con su Lámpara de la Conciencia.


* * *


Habían pasado unos cuantos meses desde que Mohamed me enseñó el tesoro, y estaba una vez más en Colombia, junto a mi familia. Mi hija Daniela, superinteligente y adelantada, que ya hablaba y se dejaba entender, me dijo:

-    Papá, un día cuando no estabas, te vi dos veces.

- ¿De veras? ¡Qué sueño más extraño! ¿Cuándo fue eso?

- Fue mientras estuviste en España. – Dijo Liliana - Muchos días se despertaba por la mañana llamándote, pero hubo uno en especial que empezó a buscarte y a llamarte por toda la casa.

- Sí, te vi – replicó Daniela. - Habías llegado pero te escondiste. ¿Por qué?

Los niños tienen una gran sensibilidad. ¿No sería que me vio al mismo tiempo que yo la vi a ella dentro de la cueva, cuando cogí aquella diadema? Podía ser, pero ahora ¿cómo se lo podía explicar? ¿Cómo podía explicarle la existencia de Mohamed, su naturaleza, nuestras conversaciones y todo eso?

- Algún día cuando seas un poco mayor y estés más preparada, te contaré lo ocurrido – le dije.

- ¡No! Cuéntamelo ahora.

- ¿Ahora? No, ahora no; no puedo. Mira Daniela, la vida es como un cuento. Si nos saltamos algunos capítulos y leemos aquí y allá, entonces el libro pierde toda su gracia y todo su significado. Hay que leer el libro en orden. ¿Lo entiendes?

-    No papi, no lo entiendo.

- Pues mejor, porque cuando lo entiendas querrá decir que has perdido tu inocencia, y entonces te costará volver a recuperarla.

- Eso tampoco lo entiendo – dijo mientras se metía un dedo en la boca.

- Mira, mejor te cuento un cuento.

- Sí, sí. ¡Vamos a la cama! Es tarde – dijo Daniela.

En realidad no eran más de las tres, pero le seguí el juego. Mi hija me cogió de la mano y me llevó arrastrando hasta el dormitorio de los abuelos, donde se echó en la cama y se quedó quietecita con los ojos entornados, esperando a que yo empezara a narrarle una historia. Al sentarme en el borde de la cama, me clavé algo dentro del bolsillo derecho. Me reincorporé y metí la mano para sacarme el objeto. Al verlo me llevé una sorpresa. ¡Una moneda de oro antigua! ¿Cómo había llegado hasta allí? Entonces oí la voz de Mohamed que me decía:

- Es tu moneda. La recogí de entre la basura que tiró el camarero.

Me sonreí. Después de todo, parece que Mohamed no me había mentido, me había puesto ahí esa moneda para mí, lo que demostraba la autenticidad del tesoro. Entonces supe qué contarle a mi hija.

- Hoy te voy a contar una historia sobre un tesoro fabuloso llamado “el Tesoro del Barranco de En Medio”.

- ¿Qué es eso? - Preguntó Daniela mirándome la palma de la mano, la cual yo acababa de abrir mostrando la moneda. Se la  pasé para que la tocara y se quedó mirándola con mucha curiosidad.

- Esto es una moneda del Tesoro.

En ese momento, Santiago, su hermano, que estaba viendo la televisión tumbado en la alfombra del salón sin quitarnos una oreja de encima, saltó del suelo y corrió hacia donde estábamos gritando para que le enseñara la moneda. Casi se la arrebata de un tirón a Daniela, quien se la llevó al pecho protegiéndola con las dos manos. Los dos empezaron a forcejear y a gritar.

- ¡Silencio, silencio! ¡Estaros quietos! La moneda, dame la moneda – Separé a los dos niños y le quité la moneda a Daniela, quien puso cara de querer hacer pucheros. Luego la mostré a los dos entre mis dedos. Santiago quiso tomarla, pero no lo dejé.
- Cuéntanos esa historia – dijo Santiago.

- Cuéntanos esa historia – repitió Daniela otra vez con cara de curiosidad.

- Muy bien. Pero os tenéis que quedar quietecitos y callados. Siéntate ahí - le dije a Santiago y esperé a que los dos se formalizaran. Cuando lo hicieron empecé a hablar.

- ¿Veis esta moneda? Pues pertenece a un tesoro, el Tesoro del Barranco de En Medio. Ésta es su historia:

Érase una vez un guerrero morisco llamado Mohamed, que vivía en La Alpujarra granadina, una mágica y comarca remota al sur de España, donde nació vuestro papá…


* * *

Y así termina esta historia, con el principio de otra, al revés que la mayoría de las historias; porque en este mundo engañoso, si quieres ver las cosas como realmente son, tienes que darles la vuelta y mirarlas con otros ojos, con los de un niño.





[1] Término sánscrito de la antigua lengua sagrada y literaria de las castas de mayor rango en la India, los brahmanes, que significa “perfección”.
[2] Las Cuatro Nobles Verdades son los cuatro principios fundamentales del budismo, expuestos por Buda en su primer sermón de Benarés, cuando alcanzó la iluminación, y explican de manera resumida que toda existencia es sufrimiento causada por el ansia ignorante de placeres que perpetúan la vida y asumen la mortalidad.

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