Capítulo 3

CONVERSANDO SOBRE EL TESORO

Después de una semana, creyendo que el contenido del último encuentro estaba olvidado, volví a subir a la sierra. Aunque últimamente había estado dándole muchas vueltas a la historia de Mohamed, lo hice tratando de olvidar toda la maldad que una vez había hecho, para concentrarme sólo en lo buen Maestro que es, en sus enseñanzas y en el tesoro.
Como de costumbre, en cuanto llegué, Mohamed, quién siempre parece estar esperándome, se materializó y se sentó a mi lado en lo que ya llamábamos familiarmente como “nuestra roca”.

-    ¿Cuándo me dirás donde se encuentra el tesoro?

-    ¿Qué tesoro?

-    Tu tesoro

-    ¿Mi tesoro?

-    Sí, hombre, no te hagas el olvidadizo.

- No, no es mi tesoro. Yo lo llamo el Tesoro del Barranco de En Medio.

-    ¿El Tesoro del Barranco de En Medio? ¿Por qué?

- No lo sé a ciencia cierta. Un día se me ocurrió ese nombre y así lo bauticé. El barranco donde se halla está “en medio” de otros dos barrancos, y todo lo que ocurrió, ocurrió “en medio” de aquella guerra, con tanta gente por “medio”; así que un día irónicamente decidí llamarlo así: “el Tesoro del Barranco de En Medio”.

-    ¿Cuándo me lo vas a enseñar?

-    Cuando “NO” lo necesites.

-    ¡Vamos hombre! ¿No pensarás que me lo voy a llevar?

- No, no es eso. Es que, verás, todo tiene su momento. Cuando un día ya no te acuerdes de él y ya no te haga falta para saciar tus fantasías, te lo mostraré.

-    ¡Ole! ¿Y por qué?

- Porque me fío de ti, pero desconfío del demonio que llevas dentro.

- ¡Ah! Esa frase la tomaste de una peli que vi el otro día: “The Italian Job”. Olvidé que me lees el pensamiento.

- Si, esta frase es muy oportuna porque trata de un ladrón que roba el botín a sus compañeros, y yo quiero evitarte una tentación. Yo no me considero ladrón porque el tesoro me cayó del cielo, como sucede en la película cuando esa enorme caja fuerte atraviesa dos pisos y cae en manos de los ladrones. Pero mira, aunque todos los hombres son nobles en el fondo, pueden terminar descarriados obsesio-nados con la idea de poseer algo. Todos los hombres (y mujeres) queréis ser dueños de todo, y por eso, cuanto más tenéis pensáis que es mejor. Queréis tener no una casa para vivir, sino varias; queréis tener no un pequeño terreno para sembrar sino muchos para especular con ellos; queréis tener no un sólo coche para ir al trabajo sino dos o tres, para pasear, para la mujer y los niños; queréis tener un buen sueldo pero complementado con otras rentas para gastarlo en lujos y otras tonterías que no sirven para nada; queréis no tener que trabajar pero si podéis, le robáis el puesto a otro que lo merece más que tú o a quien le hace más falta. El hecho es que queréis tener mucho a cambio de poco, y mejor, todo a cambio de nada, y eso os hace sentir más seguros e importantes, mejores que los que no tienen lo que vosotros habéis conseguido; incluso os sentís mejores y más generosos porque cuando os sobra un poquito podéis regalar lo que ya no queréis. Pero tanta posesión también os vuelve más vulnerables y miserables, porque al fin y al cabo, la verdad es que no podéis poseer nada, y que son los objetos y las ideas los que se apoderan de vosotros, de vuestras almas, hasta consumiros; eso es el apego. Cuando una persona se apega a cualquier cosa, aunque sólo sea al deseo de ver algo, cuando se apega a una determinada costumbre o a una ideología concreta, pierde su alma y deja de ser ella misma. Ya no sabe quién es él mismo; se ha perdido y no sabe como amar. Yo no quiero que a ti te suceda eso, Pepe, y menos por mi causa. No quiero que te entre la fiebre del oro.

-  Gracias por tu bondad para conmigo Mohamed. Reconozco que me atrae poderosamente las ganas de poder admirar ese tesoro, y que no he pensado en otra cosa en los últimos días –le dije- Incluso he imaginado repetidamente lo que podría hacer materialmente con él parodiando esa película que hemos mencionado; pero quizás tengas razón y no me convenga. Supongo que soy un cautivo de la cultura en la que vivimos; somos tantos los que pensamos de esa manera que no sabemos vivir si no es acumulando, consumiendo y fantaseando. A lo sumo llegamos a sentirnos insatisfechos a veces con nuestro modo de vida y criticamos a la sociedad a la que pertenecemos, pero nadie hace nada por sacudirse este modo de vida tan superfluo. Resulta difícil hacer algo al respecto porque nadie quiere prescindir de ciertas comodidades innecesarias y de su estilo de vida.

- Si, vivís en la cultura del “Embaucamiento General”. A pesar de que la riqueza en sí no es mala, aún no habéis madurado lo suficiente para considerarla un motivo de bendición, y no uno de supervivencia, de avaricia, de lucha y poder. Todo vuestro mundo, toda vuestra sociedad es un fraude que vive de la mentira y para la hipocresía. Como especie, sin considerar excepciones, habéis perdido el rumbo de vuestras vidas dejándoos llevar por el miedo a la escasez material; ya no sabéis tan siquiera donde está vuestro particular barranco de en medio.

- ¿Qué has querido decir con esa última frase?

- Me refiero a que la gente, en general, ha perdido su centro, su punto medio, su equilibrio interior, y buscan afuera con total desatino guiados de la mano de la ignorancia y del miedo, lo que debieran de buscar adentro de ellos mismos. El Barranco de En Medio no es un lugar que puedas encontrar en los mapas, porque…

«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.»
Mateo 13, 44

Así terminó Mohamed la conversación ese día, con una cita bíblica como a él le gustaba recitar de memoria en los momentos más oportunos a modo de colofón a sus discursos. No me cabe duda que se refería a encontrar nuestro tesoro interior; pero aún así, estando de acuerdo con él y haciendo caso omiso a su mensaje, aquella noche confieso que busqué en casa, en un conjunto de mapas topográficos del ejército a escala 1:25.000, el nombre de todos los barrancos de la Alpujarra, pero no encontré ninguno con ese nombre. Sin embargo encontré otro llamado el Barranco del Tesoro, situado entre los pueblos de Busquistar y Trevélez. ¿Sería ese donde estaba escondido su tesoro? No sabía, pero podía al menos tratar de averiguarlo ¿Cómo?



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